viernes, 11 de febrero de 2011

Una historia de terror

La palabra “homicidio”, proviene del latín homicidium, conformado por la unión de las palabras homo, que significa hombre, y cidium, que significa la acción de matar.

Jack el destripador, es probablemente el homicida más famoso que exista, pero su fama no se debe a actos positivos y benévolos como el de Gandhi o Buda, sino todo lo contrario, a el acto de quitarle la vida a otra persona.

Este homicida, cometió varios crímenes en al año 1888, principalmente en el distrito de Whitechapel, en Londres, Inglaterra. Fue conocido por las personas gracias a la brutalidad de sus crímenes y su aparente obsesión por el homicidio. Generalmente atacaba a prostitutas a quien degollaba, estrangulaba y en algunos casos extraía de ellas órganos internos, lo que llevó a pensar a las autoridades que posiblemente tenía conocimientos anatómicos y quirúrgicos. En total asesinó a 11 mujeres, 5 de las cuales son consideradas víctimas de lo que se llamó “Las cinco víctimas canónicas”: Mary Ann Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Eddowes y Mary Jane Kelly. Estas víctimas se les llama de tal manera porque el asesinó utilizó exactamente el mismo modus operandi.

En la actualidad, Jack el destripador, sería uno más de la larga lista de homicidas que hay en nuestro país, mostrando una tendencia que aumenta de forma alarmante con el pasar del tiempo. Esto nos ubica en 3er lugar con mayor tasa de homicidio y percepción de inseguridad, tal y como lo explica el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en un informe publicado.

Según dicho informe, Venezuela presenta 52 homicidios por cada 100.000 habitantes cada año, y explica que un que nuestro país se encuentra de 2do lugar en cuanto a sensación de inseguridad.

Esto quiere decir, que por 27 millones de personas que viven en Venezuela, ocurren 14.040 homicidios por año, y este número va en aumento.

Para verlo desde otra perspectiva, necesitaríamos 4,7 Jacks el destripador, por cada 100.000 habitantes para conseguir poco menos que este mismo resultado. Es decir, 1.269 Jacks por todos los habitantes en Venezuela.

Esto nos lleva a una pregunta lógica: ¿A medida que pasa el tiempo las cosas simplemente empeoran o las personas van perdiendo su capacidad de asombro?

En el mundo actual, existen tantos avances médicos, tecnológicos, incluso algunos dirían sociales, y se presentan ante nuestros ojos cifras tan alarmantes como estas y ¡¿pasan desapercibidas?!.
 Quizá existan personas que sí piensan en ello, como el premio Nobel de literatura José Saramago quien alguna vez dijo: ¿Qué clase de mundo es éste que puede mandar máquinas a marte y no hace nada para detener el asesinato de un ser humano?, pero quienes deberían de ocuparse en la disminución de esta clase de cifras, no lo está haciendo.

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