domingo, 16 de enero de 2011

Editorial

No opinarás, no juzgarás y no supondrás

A los estudiantes de comunicación desde el primer día le leen la cartilla, sobre lo que puede y no puede decir o redactar según el género periodístico; también le explican la importancia de no asumir ni dar por entendido un hecho.

Parece bastante información para asimilar en tan pocas horas, semanas y semestres, cuando se han acostumbrado a suponer, asumir y especular sobre cualquier evento, hecho o conversación sostenida antes de comprometerse con la profesión que decidieron ejercer.

Sólo los estudiantes y profesionales comunicadores comprenden el cambio drástico que ocurre cuando asimilan las normativas del lenguaje periodístico, hasta se cambia el cristal con que se mira; ya no es lo que yo creo o lo que yo pienso, ahora se trata de la tercera persona, de lo que dijo el testigo y la fuente oficial.

El periodista debe comunicar, no lo que le interesa, sino lo que es interesante y pertinente para el colectivo. Sin embargo, hay un ente que regula la profesión mucho más que el Código de ética del ejercicio del periodismo y que la Ley RESORTE.

Bajo el criterio del perfil o línea editorial del medio se define la relevancia y la cobertura que se le da o no a un hecho, a una rueda de prensa o al debate de los pre-candidatos  a la presidencia del país.

Las tendencias políticas de Venezuela, tan marcadas y radicales de los medios de comunicación son las que definen actualmente qué, cómo, cuándo y dónde se publica o no una noticia.

Comunicar hoy en día es un arte, el arte de saber seleccionar con inteligencia, audacia y picardía las palabras exactas para que el receptor decodifique el mensaje, bajo el estímulo adecuado, es decir, que comprenda lo que se desea transmitir y reaccione como lo desea el emisor. 

Más que periodistas, hay que ser artistas de la palabra, para no defraudar a la ética ni al receptor expectante de la verdad.

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