martes, 12 de junio de 2012


El Amor en Contra de las Estadísticas

Melvin Mora al bate/ dice la jefa que los buñuelos para que queden bien/ bola baja y afuera/ se tienen que poner a dorar a fuego bajito/ ¡strikeee…! por el centro del plato/ y dice que otro secreto muy importante/ ¡lineaaa! entre segunda y primera/ es que cuando uno va hacer la masa/ la bola pica y se extiende/ mi amor tú no me estas escuchando.

Había llegado esa etapa del matrimonio en que todo se vuelve una gran pasta compacta donde es posible oír sin oír, simultáneamente un juego de beisbol y una receta de buñuelos. En donde las relaciones alcanzan un punto de exquisita incomunicación parecida a la de los Roses que deciden acabar con la vida de su pareja en la película La Guerra De Los Roses. Miraba a su mujer con la misma pasión con que se observa a un cajero del supermercado cuando se distrae con otro empleado. Llegaba a su casa después del trabajo con el entusiasmo que genera una diligencia en un ministerio público  y a veces, en las pocas y raras veces que hacían el amor, era capaz de hacerlo pensando en las variantes de la defensa del Barcelona.

 

Y aquello como diría Descartes en un momento de rara seguridad en sí mismo, sin lugar a dudas, ni vacilaciones se imponía una solución tajante, profunda y definitiva.
Decidió con toda la fuerza que aporta la mentalidad analítica, la lucidez y el raciocinio de un Licenciado Demográfico Matemático, cortar por lo seguro y emprender una nueva vida, con otra relación.

Pero de pronto, con la misma fluidez con la que había tomado la difícil decisión, se le prendió el bombillo del entendimiento y vio clarito que tenía ante él un problema no pensado antes. ¿Dónde iba a vivir?  En casa de su primo, tal vez, pero solo recordar que tenía ese perro aromático. Tachó la opción.

Entonces, ¿Qué otras posibilidades habían? Probabilidades. ¡Ah Probabilidades!
 
Se le encendió de nuevo el bombillo.

En su condición de estadístico matemático y demógrafo probabilístico trabajando nada más y nada menos que en el CNPPDEV (Centro Nacional de Prognosis y Procesos Demoscópicos de Estadísticas Variables) ahí con la información en la mano, más sus propios conocimientos Demoscópicos probabilísticos estadísticos matemáticos, podía estar la solución de las verdaderas probabilidades que tenía de encontrar en Curazao una mujer que viviera sola, solita y con casa.

Comenzó a trabajar con pasión científica, como Arquímedes cuando cantaba en la bañera, se buscó el primer dato, el primer dato fundamental lógico de su investigación demográfica freudiana. En primer lugar ¿Cuántos núcleos familiares había en la ciudad?

Núcleos. Naturalmente buscó en el archivo por la letra N y no encontró nada. Pensó.  Sí núcleos no estaba por la letra N, ¿Por cuál otra letra podía núcleos estar?

“Entonces decordó que da decretaría denía un defecto de pronundiadión y dodas das palabras das pronundiaba con la letra D.”

Con la presión analítica de un Sherlock Holmes buscó en la letra D y efectivamente, ahí estaba el dato perfectamente registrado. Decía:

        - Ducléos Famidiares

           - Población 140.794 habitantes
http://es.wikipedia.org/wiki/Curazao

Muy bien, la cosa no se presentaba mal.

Ahora había que buscar el siguiente dato. De ese gran total de núcleos, ¿Qué porcentaje correspondía habitados por una persona? La computadora le ofreció la información inmediatamente:
www.paho.org/spanish/HIA1998/AntillasNeer.pdf

Porcentaje de núcleos de una sola persona: 11,5

Con la ayuda de su nueva y flamante calculadora, tecleó los números, que enseguida aparecieron en la pantallita 140.794 luego apretó el botón de la multiplicación y posteriormente los botones correspondientes a 11,5. Le dio a la tecla del total y sin hacer el menor ruido y como por arte de magia apareció en la pizarrita, un flamante 99999999999999,99. Dejó a un lado su nueva y compacta calculadora de bolsillo y buscó con desesperación un bolígrafo.

En los primeros trazos comprendió que no escribiría. Y por fin después de haber buscado por todas las gavetas, encontró un infalible lápiz mochito y realizo su cuenta:

140.794 x 11,5 = 1.619

Esas eran las personas que vivían solas, con apartamento, en Curazao. Pero claro, de ese total, la mitad no le servía para nada, pues eran hombres. Fue de nuevo al archivo para obtener el porcentaje exacto de mujeres y encontró que era el 49,2.
www.paho.org/spanish/HIA1998/AntillasNeer.pdf
Otra vez realizó la operación con el infalible.

1.619 x 49,2 = 79

¡Ahí estaba la probabilidad científico matemática demográfico estadístico!

¡Setenta y nueve mujeres con casa! ¡Ansiosas, solitas, disponibles!  Setenta damiselas encantadoras...

¿Damiselas? ¿Encantadoras? ¡Un momento! En ese dato tan grande, tan frío, en esas probabilidades tan amplias no estaba toda la verdad. Porque ahí, en ese gran total, había de todo. ¡Cuántas damas pasadas del medio tiempo, cuántas cuaimas estarían incluidas ahí? ¿Y cuántas insoportables, inmaduras guardaba el numerito?

Era necesario discriminar un poco, seleccionar, decantar, depurar el dato. Ni medio tiempos pasados, ni inmaduras. Más bien entre los parámetros de 21 a 39 años, que ahí sí. Ahí si había donde escoger.

La década de los 20, alegre en su primera madurez, moldeable, deseosa de aventuras y de nuevos descubrimientos (¡Qué edad habrá tenido Jenny cuando en la película Forrest Gump ya estaba suelta viviendo su vida de mochilera hippie! Como 25 años ¿No?)



Y la década de los 30, la interesante, la mujer ya experimentada, el medio tiempo con onda, la madurez sensual. Por ahí estaba la cosa, entre los 20 y 30 años.
¿Y qué porcentaje de mujeres  solteritas con casa había con 21 y 39 años?
 
                                                           

Una vez más, el dato exacto vino en su ayuda. El 38,3% correspondía a esa estructura de edades. El resto era cuestión de sacar numeritos:
www.paho.org/spanish/HIA1998/AntillasNeer.pdf

79 x 38,3 = 30,2

¡Treinta vírgenes! Bueno, hablando simbólicamente, claro está. Pero treinta al fin y al cabo. Exactamente, treinta probabilidades.
¿Y por qué no ponerse más exigente? De esas 30 ¿Cuántas tenían un nivel universitario? Porque si había algo que le molestara era que una mujer no supiera establecer, con precisión, la diferencia entre inadvertido y desapercibido.
www.paho.org/spanish/HIA1998/AntillasNeer.pdf
El dato extraído indicó que en esas condiciones se encontrada el 8,3%.

30 x 8,3 = 24.9

La cifra se iba reduciendo, pero todavía veinticuatro mujeres (¿Coma nueve?, ¿Realmente podía existir un coma nueve de mujer?) era una cantidad impresionante. Casi 25 ninfas solas entre 21 y 39 añitos y con techo en sí y para sí.

¿Y por qué no pedir un poquito más? Ya que estoy aquí, y si ya había llegado a esos parámetros de perfección. (¡Cómo le gustaba esa palabrita! ¡Parámetros! ¡Miel en la boca para un licenciado demográfico matemático del CNPPDEV!) Pero, por otra parte, ¿No se trataba ya en definitiva, de alcanzar la exquisita perfección, el nirvana binúcleo, apoyándose en la cibernética?

Entonces ¿Qué más podría exigir? ¿Qué otra cualidad le gustaría que tuviese esa mujer? ¿Qué más contribuyese con la paz hogareña, al oasis conyugal, la tranquilidad doméstica? ¡Que no hablara mucho, claro!

Y descubrió que esa maravillosa cualidad la tenía solamente el 21,8 % de las damiselas. Y eso quería decir, consecuentemente:

24,9 x 21,8 = 5,4

Habían por lo menos, 5,4 féminas en ese paraíso freudiano ideal, o casi ideal, casi, porque todavía exigiría una condicioncita más, una sola, última, pequeña, apenas mínima, humilde condición, tal vez intrascendente, pero que para él tenía inmensas y resonantes dimensiones, en otras palabras, ¡Que no hubiese suegra, por favor!
                                                            


De inmediato busco la respuesta.

En esa categoría se encontraba el 24,9 % de la población analizada. Y por lo tanto:
www.paho.org/spanish/HIA1998/AntillasNeer.pdf

5,4 x 24,9 = 1,3

Había una mujer y un cuarto. (En ambos sentidos figurados) Esas eran las probabilidades. Existía una mujer y poquito más con esas condiciones que andaban por ahí, en algún lugar de Curazao, entre 140.794 probabilidades, en alguna casa de 1.619 viviendas, que suponiendo a cinco visitas diarias por 365 días al año, le darían la oportunidad de visitar bien peinado a 1.825 casas anuales, lo cual, a su vez, significaba que en la búsqueda, matemáticamente, podría tardar:

140.794 entre 1.619 = 86,9

¡Ochenta y seis años, y nueve meses zapateando por todo Curazao Una y un cuarto de mujer entre 140.794 estaba por ahí y la otra... Bueno, pues la otra la tenía todavía muy cerca, en su casa sin haber parado de hablar y era de quien, precisamente se quería divorciar.

Quedó por unos instantes, hondamente pensativo, como Galileo cuando miraba fijamente los papagayos en los cielos de Venecia. Y de pronto, como si un ángel hubiese pasado por su mente, como el milagro de la película Despertares, sintió que ya había hecho esa búsqueda, hace años y que la había conseguido. Se había ahorrado 86,9 años de su vida, hace 13 años.

En ese instante hizo gala de su poder de búsqueda y reservó el mejor hotel de Curazao. Y con su notable temple logístico organizó una sorpresa para su mujer entre las 140.794 damas que pudo haber conocido, pero quizás haber perdido toda una vida, buscando una perfección estadísticamente matemática.
                                                             


Fuente:

Manuel Ramos

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