miércoles, 13 de junio de 2012

 
EDITORIAL
           
El trabajo nocturno implica que seamos productivos en un horario en que nuestro cuerpo debería descansar. Nuestro ritmo biológico, indica que a partir de las  9 p.m. es la hora de dormir; por lo que es contraproducente alterar el horario. La insatisfacción laboral, más frecuente en estos trabajadores, y el empobrecimiento de la vida extra laboral abonan el terreno para la aparición de problemas de salud.

Los horarios irregulares y el trabajo nocturno interfieren en la vida social y familiar de los trabajadores, limitando sus relaciones sociales; incluso se ha identificado una mayor incidencia de divorcios en los trabajadores por turnos.

La delincuencia es un factor importante para los que laboran en la noche; ya que, las calles tienden a estar más solas, y están sobreexpuestos a ser atacados, robados o secuestrados.

Aunque el trabajo nocturno está presente en todos los sectores laborales, es más frecuente en algunas actividades, especialmente en la industria, sanidad, servicios sociales, servicios de emergencia y hostelería. Se observa, por otra parte, una creciente tendencia a recurrir a trabajadores inmigrantes para realizar tareas de vigilancia nocturna en obras, pequeños establecimientos o parkings.

Es cierto que en determinadas actividades no es posible eliminar el trabajo nocturno, en unas por razones sociales y de servicio y en otras, por razones tecnológicas. Pero es igualmente indiscutible que hay muchos trabajos nocturnos de los que se podría prescindir. Sin embargo, la tendencia dominante es la de incrementar la productividad y competitividad mediante “24 horas al día, 7 días a la semana, 365 días al año” en multitud de actividades (financieras, comerciales, de comunicaciones, etc.) generando un volumen de empleo en horarios “antisociales” que desequilibran el binomio trabajo-vida de muchas personas.

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