martes, 12 de junio de 2012


¡Una copa de vino por favor!

            No hay nada más sabroso que disfrutar de una noche en la capital y comer en exquisitos lugares donde podamos degustar platos nacionales cargados no solo de sabor sino de historia, un buen mero al grill, por ejemplo, o tal vez una carne asada al estilo llanero, también encontraremos platos más ligeros como una arepita rellena de múltiples preparaciones: pollo, carne, reina pepeada, pernil, queso, en sus variadas presentaciones, y pare usted de contar.

            Pero, ¿hemos pensado en combinar estos típicos platillos con un excelente vino?, y no cualquier vino, sino uno con espíritu venezolano, hecho con uvas cultivadas en nuestro país y de altísima calidad.

            Venezuela ha cosechado uvas desde la década del 80 gracias a Bodegas Pomar, ésta ha procurado elaborar vinos con características únicas que destacan hasta en los paladares internacionales más exigentes, tanto que ha recibido varias medallas que van desde el bronce hasta el oro en la década del 90.

            Y por si fuera poco, nuestra tierra fértil nos regala dos vendimias al año, una en marzo y otra en septiembre, es decir, nos damos el lujo de recolectar las mejores uvas para elaborar el vino cada seis meses.

            Sin embargo, los venezolanos no estamos acostumbrados a disfrutar de un bueno vino tanto para acompañar nuestros platos como para pasar un rato ameno entre amigos los fines de semana, es una lástima que teniendo tantas riquezas en cuanto a enología en el país, optemos siempre por beber cervezas y rones que, aunque son tan buenas creaciones nacionales, no son las únicas bebidas que producimos.

            Entonces, ¿qué esperamos para aprender a beber una buena copa de vino? El pasado fin de semana, en el restaurant Muza ubicado en el pueblo de El Hatillo, se celebró una excelente cata donde los participantes pusieron a trabajar los cinco sentidos, además de disfrutar de una excelente gama de vinos suramericanos y, por supuesto, venezolanos.
Catar es muy fácil y divertido:

Ver: observar las tonalidades y los matices en el color de los vinos con la ayuda de una copa de cristal blanco. En los tintos veremos tonos ocre y rojizos, también encontraremos destellos morados en el caso de vinos añejados. Cuando son blancos, los colores varían entre el verde y el dorado.

Oler: disfrutar del bouquet que despide el vino en la copa y prestar atención a las cualidades aromáticas según la cepa o la uva que se usó para su elaboración. Es común encontrar aromas conocidos, entre ellos los olores a frutas cítricas como mango, naranja y piña. En los tintos es fácil distinguir el olor a miel y a roble.

Saborear: el paso más importante y más sabroso. Degustar las características del vino en el paladar, su acidez, su dulzura, su astringencia, esa sensación de lengua seca que deja el vino, cualidad que otorgan las pieles de las uvas en el proceso de fermentación, y su cuerpo.

Tocar: pasar por todos los rincones de la boca un pequeño sorbo de vino para que éste se presente ante nosotros.

Y por último, escuchar: nada mejor que brindar y oír el chillido de las copas, un indicador de que la fiesta apenas comienza.

            No hay que ser tan expertos para disfrutar de los vinos. Cuando comemos, encontramos múltiples sabores, aromas y texturas en nuestro plato: dulzura, salazón, acidez, así como texturas crocantes, suaves, cremosas y firmes.

            Para maridar o combinar un buen vino con una exquisita preparación, hay que tomar en cuenta, simplemente, las características del plato y saber qué vino va con él. Por ejemplo, si comemos un rico queso telita, notamos la sutileza de su sabor, con ligeros destellos ácidos y un tanto cremosos, este queso combinaría perfecto con un vino blanco suave, como el tempranillo, vino que se obtuvo rápidamente y que no estuvo mucho tiempo en contacto con la piel de la uva, por lo que su astringencia es casi nula y su acidez es muy delicada.

            Pero si lo que queremos es comer un buen corte de carne, especiado con hierbas muy aromáticas, lo ideal es que optemos por un vino tinto, de cualidades rústicas y fuerte en sabor y presencia, así como la carne; un Cabernet Sauvignon, el más común de los vinos pero el más delicioso, su cepa o uva es, pues, la que mejor se adaptó a suelos suramericanos y, por supuesto, a los de Venezuela, sería una combinación perfecta de sabores para disfrutar.

            Cuando vayamos a un restaurant, pidamos un buen vino bien sea tinto o blanco, considerando que no se toman a iguales temperaturas. Los tintos se expresan mejor cuando su temperatura supera los 10ºC, los aromas estallan y su sabor se intensifica; los blancos, requieren de temperaturas más bajas, entre 4 y 5ºC se convierte en un refrescante acompañante.

            ¿Qué pasa si los mezclamos con otras bebidas?, obtendremos una rica combinación, un vino tinto con un poco de refresco de limón y hielo es lo que llaman los europeos “vino de verano”, perfecto para pasar la tarde calurosa de la ciudad, pero si queremos sorprender a la pareja con un desayuno divino, mezclamos un poco de vino espumante con jugo de naranja frío, servido en una copa alta tenemos una “mimosa” como lo llaman los franceses, ideal para desayunar.

            La cuestión está en conocer poco a poco a los vinos, su personalidad, su sabor, sus características y los usos que podemos darle.

            Es probable que nuestra primera impresión al probar los vinos sea desfavorable, digamos que son muy ácidos o que no nos gustan por varias razones, pero la idea es que adaptemos al paladar lentamente y aprendamos a combinarlos o también a disfrutarlos en una noche entre amigos, en la sala de la casa, conversando y pasando un rato ameno, relajado, porque eso sí que tiene el vino, es relajante, sutil y delicado.
Disfrutar de una copa de vino es la mejor opción cuando se trata de pasarla bien.  

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