¡Una copa de vino por favor!
No hay nada más sabroso que
disfrutar de una noche en la capital y comer en exquisitos lugares donde
podamos degustar platos nacionales cargados no solo de sabor sino de historia,
un buen mero al grill, por ejemplo, o tal vez una carne asada al estilo
llanero, también encontraremos platos más ligeros como una arepita rellena de
múltiples preparaciones: pollo, carne, reina pepeada, pernil, queso, en sus
variadas presentaciones, y pare usted de contar.
Pero, ¿hemos pensado en combinar
estos típicos platillos con un excelente vino?, y no cualquier vino, sino uno
con espíritu venezolano, hecho con uvas cultivadas en nuestro país y de
altísima calidad.
Venezuela ha cosechado uvas desde la
década del 80 gracias a Bodegas Pomar, ésta ha procurado elaborar vinos con
características únicas que destacan hasta en los paladares internacionales más
exigentes, tanto que ha recibido varias medallas que van desde el bronce hasta
el oro en la década del 90.
Y por si fuera poco, nuestra tierra
fértil nos regala dos vendimias al año, una en marzo y otra en septiembre, es
decir, nos damos el lujo de recolectar las mejores uvas para elaborar el vino
cada seis meses.
Sin embargo, los venezolanos no
estamos acostumbrados a disfrutar de un bueno vino tanto para acompañar
nuestros platos como para pasar un rato ameno entre amigos los fines de semana,
es una lástima que teniendo tantas riquezas en cuanto a enología en el país,
optemos siempre por beber cervezas y rones que, aunque son tan buenas creaciones
nacionales, no son las únicas bebidas que producimos.
Entonces, ¿qué esperamos para
aprender a beber una buena copa de vino? El pasado fin de semana, en el
restaurant Muza ubicado en el pueblo de El Hatillo, se celebró una excelente
cata donde los participantes pusieron a trabajar los cinco sentidos, además de
disfrutar de una excelente gama de vinos suramericanos y, por supuesto,
venezolanos.
Catar
es muy fácil y divertido:
Ver:
observar las tonalidades y los matices en el color de los vinos con la ayuda de
una copa de cristal blanco. En los tintos veremos tonos ocre y rojizos, también
encontraremos destellos morados en el caso de vinos añejados. Cuando son
blancos, los colores varían entre el verde y el dorado.
Oler:
disfrutar del bouquet que despide el vino en la copa y prestar atención a las
cualidades aromáticas según la cepa o la uva que se usó para su elaboración. Es
común encontrar aromas conocidos, entre ellos los olores a frutas cítricas como
mango, naranja y piña. En los tintos es fácil distinguir el olor a miel y a
roble.
Saborear:
el paso más importante y más sabroso. Degustar las características del vino en
el paladar, su acidez, su dulzura, su astringencia, esa sensación de lengua
seca que deja el vino, cualidad que otorgan las pieles de las uvas en el
proceso de fermentación, y su cuerpo.
Tocar:
pasar por todos los rincones de la boca un pequeño sorbo de vino para que éste
se presente ante nosotros.
Y
por último, escuchar: nada mejor que
brindar y oír el chillido de las copas, un indicador de que la fiesta apenas
comienza.
No hay que ser tan expertos para
disfrutar de los vinos. Cuando comemos, encontramos múltiples sabores, aromas y
texturas en nuestro plato: dulzura, salazón, acidez, así como texturas
crocantes, suaves, cremosas y firmes.
Para maridar o combinar un buen vino
con una exquisita preparación, hay que tomar en cuenta, simplemente, las
características del plato y saber qué vino va con él. Por ejemplo, si comemos
un rico queso telita, notamos la sutileza de su sabor, con ligeros destellos
ácidos y un tanto cremosos, este queso combinaría perfecto con un vino blanco
suave, como el tempranillo, vino que se obtuvo rápidamente y que no estuvo
mucho tiempo en contacto con la piel de la uva, por lo que su astringencia es
casi nula y su acidez es muy delicada.
Pero si lo que queremos es comer un
buen corte de carne, especiado con hierbas muy aromáticas, lo ideal es que
optemos por un vino tinto, de cualidades rústicas y fuerte en sabor y
presencia, así como la carne; un Cabernet Sauvignon, el más común de los vinos
pero el más delicioso, su cepa o uva es, pues, la que mejor se adaptó a suelos
suramericanos y, por supuesto, a los de Venezuela, sería una combinación
perfecta de sabores para disfrutar.
Cuando vayamos a un restaurant, pidamos
un buen vino bien sea tinto o blanco, considerando que no se toman a iguales
temperaturas. Los tintos se expresan mejor cuando su temperatura supera los
10ºC, los aromas estallan y su sabor se intensifica; los blancos, requieren de
temperaturas más bajas, entre 4 y 5ºC se convierte en un refrescante
acompañante.
¿Qué pasa si los mezclamos con otras
bebidas?, obtendremos una rica combinación, un vino tinto con un poco de
refresco de limón y hielo es lo que llaman los europeos “vino de verano”, perfecto
para pasar la tarde calurosa de la ciudad, pero si queremos sorprender a la
pareja con un desayuno divino, mezclamos un poco de vino espumante con jugo de
naranja frío, servido en una copa alta tenemos una “mimosa” como lo llaman los
franceses, ideal para desayunar.
La cuestión está en conocer poco a
poco a los vinos, su personalidad, su sabor, sus características y los usos que
podemos darle.
Es probable que nuestra primera
impresión al probar los vinos sea desfavorable, digamos que son muy ácidos o
que no nos gustan por varias razones, pero la idea es que adaptemos al paladar lentamente
y aprendamos a combinarlos o también a disfrutarlos en una noche entre amigos,
en la sala de la casa, conversando y pasando un rato ameno, relajado, porque
eso sí que tiene el vino, es relajante, sutil y delicado.
Disfrutar
de una copa de vino es la mejor opción cuando se trata de pasarla bien.
Vínculos
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