Vigilantes
Nocturnos: Héroes sin rostro
John
Fernández, sale de su casa luego de la
puesta del sol, como si se tratase de una historia de vampiros de Hollywood.
Surcando las veredas de un popular barrio caraqueño, y que de forma repentina
se convierten en laberintos que pocos se atreven a explorar, sortea los
peligros que conlleva atravesar la “selva de cemento”.
Poco más de diez
minutos tarda en salir de tan oscuros pasajes, de los cuales muchos solo ven en películas como “Ciudad de Dios” o
más reciente aún “Rápidos y Furiosos 5”, en las favelas de Río de Janeiro, pero que para personas como
John forman parte de su día a día. Es precisamente este el comienzo de una
historia que se repite una y otra vez y que para muchos supondría el fin de la
misma.
John vive en Petare
y sale de su hogar aproximadamente a las siete de la noche para ir a su
trabajo, justo cuando muchos regresan a sus casas para descansar, él es
vigilante en un conjunto residencial al sur este de la ciudad de Caracas. Se
expone a los peligros y a las consecuencias que su labor le exige sin contar el
solo hecho de que vive en el barrio más grande de Venezuela y sin temor a caer en una equivocación, el más
peligroso también.
Padre de dos niños
pequeños, John arriesga su vida todas
las noches por un sueldo que no corresponde a tan valiosa labor pero que lo
hace por ofrecerles un futuro prospero a sus hijos.
Los riesgos que
corre un padre muchas veces son menos preciados e ignorados por una sociedad
que premia la viveza y la deslealtad de muchos, sin detenerse a mirar a los héroes que cuidan los sueños de
los futuros presidentes, médicos, abogados y
científicos de tan grandioso país.
Juan Pablo Narváez
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