DISFRUTANDO CHORONÍ
Antonio
Martínez sólo quiso escapar de la rutina maracayera, de la ciudad, las colas,
el tráfico, el bullicio y la rutina. Se montó en su carro y decidió internarse
en las fauces del parquenacional Henri Pittier. No iba solo, su novia lo acompañaba, ya llevaban
más de un año sin salir de vacaciones y casi dos años encerrados en Maracay, todo gracias al nuevo trabajo de
Antonio como gerente de ventas en una reconocida empresa de alimentos.
“Empaque
un traje de baño, un short y dos franelas. No importaba el destino, sólo salir
de la ciudad con mi novia, distraernos y pasar dos días relajados, cerca del mar.
Un amigo común nos había dicho que si subíamos por la vía del Limón llegaríamos
a Cata, Ocumare y Cuyagua. Pero que si nos íbamos por la principal de las
Delicias, pasando el Hotel Pipo y la
urbanización El Castaño, encontraríamos la vía hacia un paraíso terrenal
llamado Choroní”, comentó Martínez.
Tras
recorrer 90 minutos aproximadamente de curvas que suben y bajan, por una
estrecha carretera rodeada de vegetación, pasando por cascadas, pozos, puentes,
y alguna venta de frutas o chicharrón, se vislumbra uno de los pueblos más
pintorescos de la costa venezolana. Choroní -llamado así por
la tribu de indios que habitaba la zona-, posee una arquitectura enclavada en
el siglo XVIII, la cual ha servido como base para la construcción de agradables
posadas que se adaptan a todos los gustos y presupuestos.
Su
ambiente contrasta casi tanto como su paisajismo. De un lado la verde muralla
que lo protege, y al otro, el mar Caribe con sus azules turquesa y mágicos
atardeceres. De día, Choroní es un pueblo de pescadores, con la tranquilidad
característica de los lugares aislados de la urbe; pero de noche, los tambores,
la fiesta, la diversión y las bebidas espirituosas se dan cita para entretener
a locales y foráneos. Restaurantes, bares, licorerías, puestos de comida y
ventas de artesanía sirven como punto de encuentro para comenzar la ruta
nocturna que termina al amanecer.
Cama y Mesa
Una
vez que atraviesan la plaza Bolívar, la Iglesia de Santa Clara de Asís, y la
casa de la Madre María de San José -primera beata venezolana-, comienza un
desfile de ventanales y techos rojos que sirven de fachada para hostales y
posadas con singulares encantos, pero con dos elementos comunes vitales para el
turista: el buen servicio y la cordialidad.
Entre
las posadas más acogedoras y tradicionales de Choroní se encuentra La Casa de Las García,
ubicada en la antigua Hacienda El Portete y rodeada por amplios jardines, una auténtica
casa colonial de finales de 1.700 que transporta a sus visitantes a una época
colonial. Luego, vía Puerto Colombia, encontramos una casona escondida entre
cocotales y palmeras llamada Akelarre,
con tan sólo cuatro habitaciones es el lugar ideal para escaparse un fin de
semana romántico, sus desayunos son la mejor representación de la típica
gastronomía mantuana. Ya llegando al Puerto, justo antes de la vía a Playa
Grande, nos encontramos con una de las más famosas de la zona, Hostal Casa Grande, a pocos pasos del malecón y conservando el
estilo colonial característico, sus amplios corredores y refrescante piscina
son ideales para relajarse luego del día de playa.
Si
bien su aspecto autóctono nos invita a envolvernos en una estela de sencillez, Choroní también nos brinda una
amplia gama de opciones para consentir el paladar con la más selecta
gastronomía. Más allá del típico pescado frito con tostones, la cocada y la
reconocida guarapita -que no debemos olvidar- hay sitios como Azafrán,
donde la cocina de autor hace gala a través de una fusión mediterránea,
asiática y mantuana. Para los amantes del pescado y los mariscos, hay un lugar
ideal llamado Casabe,
donde encontrarán un menú dirigido de seis platos al que sólo podrán acceder
los días sábados, pero que bien vale la pena esperar y reservar con tiempo para
garantizar una cena fuera de lo común.
En peñero
Si
bien Choroní ofrece una oferta inmejorable de hospedaje y gastronomía, sólo
posee una playa cerca y accesible para el turista. Playa Grande, a pocos metros
del pueblo, es uno de los paisajes más emblemáticos de la región. Una larga
playa rodeada de cocoteros que deslumbra con sus azules aguas y amplios bancos de arena perfectos para
descansar y dejarse tostar bajo los rayos del sol.
Pero
visitar Choroní y no montarse en un peñero es como ir a la playa y no bañarse
en el mar. Justamente en Puerto Colombia, se encuentra el terminal de peñeros
más importante del pueblo. Allí se negocia cual bolsa de valores, los precios,
destinos, horarios y servicios de quien desee aventurarse a conocer las
diferentes playas aledañas. Quizá la más cotizada sea Uricao, por su blanca
arena, agua cristalina y exquisita gastronomía, sólo falta que el buen tiempo
se haga presente para poder entrar, ya que el acceso no siempre es fácil debido
al oleaje y más de un peñero ha sufrido la embestida de una mar embravecida.
En
dirección al occidente, encontraremos destinos como Chuao y Cepe, playas
realmente encantadoras, alejadas de la civilización y donde aún se respira lo
virginal de nuestros paraísos tropicales. Hacia el oriente, los pueblos de
Ocumare, Cata y Cuyagua nos dan la bienvenida, permitiéndonos llegar en peñero
y hasta pernoctar a la orilla del mar si acaso una carpa o un sleepingbag nos
hizo compañía. Y en esta misma dirección, queda otra maravilla natural llamada La Ciénaga, una laguna
de agua salada, convertida en parque nacional, que guarda entre su manto un
sinfín de manglares y ecosistemas marinos, que junto a su tranquila marea
permite pasar el día de forma placentera, sin mayores preocupaciones, y sólo 45
minutos de navegación desde Choroní.
Esta
pequeña población, escondida entre el mar y la montaña, representa un destino
privilegiado para aquellos que quieran disfrutar de hermosos paisajes, playas
amplias y poco concurridas, floreciente gastronomía y espacios únicos para el
disfrute en pareja. Para mayor información sobre el pueblo, sitios donde
hospedarse y lugares de recreación, pueden visitar:
- http://choroni.travel/
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